Se fue solo a los Andes y subió la montaña más alta de Perú
Salió del Aeropuerto de la Ciudad de México la noche del martes 27 de Agosto con rumbo a Lima, con la intención de hacer su primer experiencia en la Cordillera Blanca. Preparador físico y ávido montañista, Oscar entrenó para escalar de una vez la cumbre más alta del Perú, el Huascarán Cima Sur. Un año antes había participado en el Medio Maratón de la Ciudad de México, obteniendo el quinto lugar de su categoría y sufrió una fuerte lesión en el músculo soleo, dejándolo sin correr por varios meses. Circunstancia que lo llevó a enfocarse en la montaña, y así decidir escalar fuera del país.

Fue a finales de agosto, días antes de concluir la temporada de alta montaña. Viajando solo llegó a Huaraz, en la región de Ancash, con la idea de conocer a alguien con quién compartir el ascenso. Y así fue, una vez en el Refugio, situado a cuatro mil seiscientos setenta y cinco metros sobre el nivel del mar, que conoció a Edgar y a Min, dos peruanos amantes de sus montañas. Edgar es un guía certificado y Min una entusiasta con varios ascensos en la zona. Ellos planeaban subir el Huascarán, él lo había logrado ya en otra ocasión y sería el primer intento de Min. Así tres montañistas coincidieron en un hermoso lugar del continente para una meta en común.
Primera noche en el refugio del Huascarán, durmieron temprano para levantare de madrugada e iniciar su camino rumbo al campo dos, decisión tomada debido al buen tiempo. El trayecto, entre piedras hasta arribar a los primeros glaciares, a partir de ahí siempre encordados, un camino de profundas grietas, frío y sin viento. Ya entonces se sintió la altitud y poco a poco la dificultad para respirar. La ruta era lenta por momentos, a veces sorteando grietas con puentes de hielo, en ocasiones no había otra opción mas que saltar. Hacia el inicio de la tarde los muros de hielo fueron el tema del día, dos largos de escalada antes de alcanzar el resguardo.

Llegando al campo dos, aproximado a los seis mil metros de altura, en un espacio relativamente seguro de dura nieve, entre pendientes inclinadas y peligrosas a escasos metros, montaron sus tiendas de campaña, fijándolas al piso congelado para protegerse de las dificultades de la alta montaña. Horas antes del anochecer se metieron a descansar, aunque a esa altura es muy difícil concebir el sueño, pero el recostarse algunas horas sirvió para cargar energías y levantarse a la una de la mañana para salir rumbo a la cima.
Fue así como iniciaron el día más importante, de nuevo las grietas alargan la travesía hasta llegar al glaciar entre Huascaranes. Consta de dos cimas siendo la sur la más alta. A partir de ahí son las arduas inclinaciones y los momentos difíciles, en más de una ocasión el hielo no permitió anclarse debidamente y la confianza en la habilidad del guía, así como concentrarse en cada pisada se volvió el único pensamiento en la mente... aún no amanecía. Avanzando el día llegaron a el último tramo, una increíble pendiente tan grande como anhelada, el objetivo se sentía cercano.






Después de ocho horas de camino, lograron alcanzar la cumbre a seis mil setecientos sesenta metros sobre el nivel del mar, fue alrededor de las nueve de la mañana. La satisfacción fue indescriptible, tan inmensa como lo es la cordillera. Los tres andinistas celebraron con amigables miradas, abrazos y esa energía que se tiene entre personas que comprenden la dimensión de lo logrado, una sensación de plenitud y la certeza de nunca olvidar aquel momento.



Como todos sabemos, el final de la aventura aún no concluía, faltaba el descenso que es cuando más precaución se debe tener, ésta regla de oro que nunca debe olvidar un montañista. En la subida disfrutaron de mejor clima, ya de regreso se cubrió el sol y comenzó a pegar el viento, se extremaron precauciones. Para llegar al campamento tuvieron que hacer un rappel, pues tenían de llegar al glaciar y por momentos se perdía de vista al compañero. Afortunado el camino, una noche más a gran altura. Al siguiente día, levantaron tiendas y continuaron bajando, entre cambios de temperatura y tres rappeles, en donde debido a una distracción Oscar casi desgarra el hombro (hoy ya rehabilitado), y sin mayores consecuencias alcanzaron el refugio. Una siesta vespertina, comida caliente y una visión distinta de lo acontecido, entre comentarios, apuntes, sonrisas y se despiden. Y entonces regresar solo, ya cerca el ocaso, a la población de Huaraz fue el paso adelante.



La expedición fue durante 30 de agosto, 31 de agosto y 1 de septiembre del 2019, casi terminando el invierno al sur de la línea del Ecuador. Sin incidentes lamentables, fue un grupo de gente experimentada con el equipamiento adecuado. Edgar, el guía, tenía un estupendo manejo y conocimiento del equipo. Min, una joven con la voluntad de llegar a cualquier lugar. Y Oscar, alguien que se animó a ir un poco más allá de lo conocido.

