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Una joya de río en la costa de Oaxaca, primer descenso del río San Francisco

En Octubre del 2001 el ¨Pitico¨ Nicolas Carmona y el ¨Pana¨ Daniel Miranda salieron de altitud cero metros sobre el nivel del mar en la costa del Pacifico sur, rumbo al pueblo de Piedras Negras en Santa María Tonameca en Oaxaca, México en búsqueda del primer descenso del río San Francisco.

Según el mapa, desde nuestra base en Mazunte, solo debíamos conducir cuarenta kilómetros, siendo veinticinco de ellos por camino de tierra montaña arriba. Luego de una hora y media de manejar por un bosque caducifolio en pleno verdor por las lluvias llegamos a Piedras Negras, pequeño pueblo de raíces zapotecas donde la lengua sigue viva como nos demostraron los niños que nos rodearon al ver los coloridos y extraños botes que probablemente jamás habían visto.

Llegamos al río cristalino que corría detrás del pueblo, nos equipamos con nuestros cascos y chalecos salvavidas, nos deslizamos dentro de nuestras embarcaciones y ¡a la corriente!. En esos primeros metros, donde las señoras en la orilla lavaban la ropa contra las piedras rodadas y pulidas por el tiempo y el agua, los niños nos veían entre risas y ojos curiosos que nos recordaron que nadie había remado aquí antes, era la primera vez que veían a un kayakero, y así dándoles un amigable saludo nos perdimos de vista en la primera curva del recorrido. De acuerdo a los estudios previos al descenso, habíamos dividido el recorrido en tres partes, que inspiradamente llamamos ¨el Vallecito¨, ¨el Cañón¨ y ¨el Segundo Cañón¨.

El Vallecito.-

Asi le llamamos por ser el valle donde se encontraba el pueblo, por verse plano no esperábamos que ocurriera mucho, íbamos pensando que serviría para calentar los músculos, pero para nuestra grata sorpresa nos encontramos con muchos rápidos y muy buen gradiente en esta primera parte, incluso tuvimos que salir del bote en dos raudales para mirar lo que venía y poder correrlos después, así que nos calentó no solo los músculos sino los ánimos también. La temperatura del agua perfecta, martines pescadores, rápidos de gran calidad y una ceiba inmensa nos dieron una gran bienvenida en esta sección.

El Cañon.-

No fue difícil darnos cuenta que estábamos entrando al cañón cuando el sonido del agua contra las piedras aumentaron de megahertz y la línea de horizonte se perdía en un burbujeo de agua blanca. Nos pusimos de acuerdo en estar pendientes de los pequeños eddys para scoutear los pequeños saltos que podíamos ver que venían, asi que así, scouteando desde el bote pudimos correr un buen tramo de agua blanca enmarcada por un muy lindo cañon de conglomerado de granito. Llegamos a lo que nos parecía la mitad del cañón, justo antes de la parte más cerrada e inclinada del río, aquí decidimos hacer el scouting caminando el trayecto del raudal, que vimos descendía impetuosamente unos treinta o cuarenta metros a lo largo de setenta u ochenta metrks de distancia. Empieza con un slide a un cojín de agua que recircula en un poza de cuatro metros, para luego caer dos metros en un salto a una pequeña poza, último lugar para salir antes de comprometerse al resto, saliendo de este salto hay que maniobrar por un jardín de piedras con desnivel, otro slide, remar con todo a la derecha del río para evitar un sifón, realizar una maniobra de giro súper cerrado para boofear a una última pocita antes de la caída de cuatro metros del final, ¡¡un rápido increíble!!. Con la gran alegría y euforia de correr exitosamente este raudal nos enfrentamos al último salto para salir del cañón, una limpia caída de agua de dos metros a una gran poza... es difícil describir la sensación de satisfacción en este punto, pero es la razón de hacer lo que hacemos.

El 2do Cañón.-

Después del último salto, navegamos por unos divertidos rápidos clase dos y tres hasta que llegamos a otra línea de horizonte, hemos llegado al segundo cañón. Nos bajamos del bote una vez más para observar si había línea en el siguiente raudal, pudimos ver que el cañoncito descendía con una clara línea por el lado derecho hasta la siguiente línea de horizonte, de nuevo tomamos concentración y a enfrentarnos con las corrientes que recibían a un remador por primera vez, después de un pequeño salto, un par de maniobras y un último pequeño tobogán llegamos a una serie de hermosas pozas rodeadas de un verde frondoso, cerrando así un recorrido para nunca olvidar, una joya de río para que los kayakeros tengan otro paraíso donde remar.

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