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Por Dia Stone

Ir “sola” a Aconcagua o a cualquier montaña o a cualquier parte.

 

Aconcagua, 6964 metros de belleza, pasión y aprendizaje, 12 días en la montaña y una vida caminando. Es tanto lo que pasa cuando decides cumplir un sueño que sólo puedo describir algunos recuerdos.

Antes– Cinco años pensando en mi segundo intento a Aconcagua, amores-desamores, ir y venir, un tendón de Aquiles roto, amigos, familia, tomar una decisión y actuar en consecuencia: un día, con el único dinero que tenía, compré un boleto de avión, reconté mi equipo de montaña, trabajé y entrené los seis meses siguientes y viajé al sur.


Ya en Mendoza debía decidir mi ruta; quería ir a la vertiente norte por la Quebrada de Vacas, hacer cima y bajar por la vertiente sur (Ruta Normal-Horcones) en lo que es conocido como Aconcagua 360º; pero todos hablaban del mal clima, la Ruta Normal me daba más posibilidades de cima pero Vacas era lo que deseaba. Lo decidí con una moneda al aire, la respuesta (Horcones) no me gustó y entonces lo tuve claro, debía entrar por Vacas y sería hasta Plaza Argentina (4200msnm) que decidiría por dónde seguir; me gusta estar lista para lo que venga pero evito los planes rígidos. Lo siguiente fue tramitar el permiso de entrada al Parque, ese día conocí a Julver quien me asesoró con toda generosidad; luego ir a INKA para contratar algunos servicios, donde me recibió Hildu con una bella sonrisa; comprar víveres, revisar el equipo y viajar a Penitentes, última parada sobre la carretera que cruza los Andes entre Argentina y Chile, antes de comenzar a caminar.


Día 1 (16/12/15) – Partir de 2600msnm luego de pasar al guardaparques y recibir mi bolsa para basura que debe ser devuelta al salir. Los cóndores vuelan, el viento mueve los pastizales y cuatro horas después en Pampa de Leñas (2950msnm), los arrieros me invitan mate, asado y vino e intentan asustarme con historias de montañistas fantasmas (un honor compartir con ellos). Me voy a dormir entre estrellas, sonrisas y esperando que el Chino que murió en la ladera cercana, no me aviente piedras por la noche como acostumbra.
Día 2 (17/12/15)  – 6:30 am, recoger campamento, desayunar, mate con los arrieros y a caminar. Cinco horas sin ver a nadie hasta Casa de Piedra (3250msnm), unos metros antes por la quebrada del Rio Relinchos se ve por primera vez Aconcagua, imponente. Luego de unas fotos llego entre guanacos que corren y montones de pájaros amarillos.


Día 3 (18/12/15) – 7am, cruzar el río helado, Steve y Pierre son más hábiles que yo y encuentran la manera de hacerlo sin descalzarse; caminamos juntos mientras cantan algo sobre que si se cuenta con el abrigo adecuado las cosas salen bien y me hacen pensar que hay metáforas por todos lados. Llegamos a Plaza Argentina (4200msnm): médicos, campamenteros, porteadores, guardaparques, guías, montañistas, comunicación, letrinas, empresas, helicóptero y todo aquello que te hace sentir en campo base.
Día 4 (19/12/15) – Descanso, revisión médica, caminar, platicar, unirme a una clase de yoga en que hablan de equilibrio para luego ir al Slackline que cuelga entre dos rocas y me lleva a recordar la diferencia entre fantasía y realidad; pensar, no pensar y llegar a la Asociación de Porteadores Aconcagua (APA), uno de los últimos resquicios de independencia en una montaña llena de empresas. Los chicos de APA me dicen que viene ventana el 24, yo dudo, me sugieren el itinerario, yo dudo, dicen que ya estoy en la cima, yo dudo, dicen que deje la inseguridad y me hacen confiar.


Día 5 (20/12/15)   – Dejar el sleeping cuando el sol calienta, portear 16 kilos al Campo 1 (4900msnm). De regreso en Plaza Argentina el viento comienza a correr (unos 50 Km/h), mi tienda se mueve y yo hablo con la figurilla de Ehécatl (Dios mexica del viento) y un ángel que me dieron mis papás para acompañarme.


Día 6 (21/12/15) – Despedirme de Plaza Argentina y su gente, cargar 20 kilos y subir con la idea de no volver por aquí. El viento aumenta y me hace dudar, pero es solsticio y el sol está rodeado por un arcoíris circular que me acompaña todo el ascenso.
Día 7 (22/12/15) – Portear al Campo 3 Guanaco (5500msnm), debo avanzar firme ante las ráfagas; atravieso el portillo que lleva a una planicie coronada por los Andes a la derecha y el Glaciar de los Polacos a la izquierda; nada de lo que me contaron se compara con lo bello que es en vivo, observo, lloro y continúo. De regreso al Campo 1, derrito nieve para obtener los 5 litros diarios que me impuse como hidratación, cocino pozole de lata que viajó desde México e intento dormir a pesar del ruido del viento.


Día 8 (23/12/15) – En el 3 Guanaco me recibe Gonza con mate (ahora tengo claro lo que significa: compartir y acompañar). Mis vecinos Pyper y Ryan, son amables y divertidos, hablamos unos minutos y luego voy a dormir en un día despejado, con una vista espectacular y en uno de los campamentos más bellos que he conocido.


Día 9 (24/12/15) – Ezequiel me ayuda a portear para subir todo en un día (los porteadores caminan muy rápido y cargan mucho). Todos vamos a Cólera (5970msnm y el campo que permite hacer el 360º) y llegando el ambiente es especial, casi todos ahí intentaremos cumbre en lo que se pronostica como un día hermoso que compensará a quienes aguantamos el viento hasta ahora. Mi vecino Camilo decora su tienda con luces navideñas, yo hago sopa, la comparto y a las 7pm voy dormir; a 6000 metros de altura y sintiéndose cerca de la cima, dormir es un tema.


Día 10 (25/12/15) – Comienzo a las 4:30am, voy alcanzando luces excepto dos que avanzan rápido, cerca de Independencia (6350msnm) las encuentro, son Pyer y Ryan; caminamos cerca, a veces la distancia es poca, a veces mucha y yo me siento acompañada sin haberlo acordado. Viento, frío, cansancio… paso el Portezuelo del Viento (6570msnm) hacia el Ventisquero de Schiller de unos 50 a 100 m de ancho y 30°-35° de pendiente, el sol aún no llega y mis dedos están congelados, cuando el sol llega mis dedos siguen congelados. Gratamente encuentro a Steve quien subió por otra ruta. Subo la Canaleta llena de rocas inestables con unos 400m de desnivel, estoy agotada y Pyper me alienta. Por fin cerca de Pyper y Ryan llego a la cumbre a las 10:50am. Es hermoso, nos abrazamos, lloro, me tumbo en el piso, giro 360º y todo lo que veo además del cielo está bajo mis pies, eso no me hace mejor que nadie pero me da perspectiva; lo creo, no lo creo y tengo claro que las cimas se logran con pequeños pasos. Quince minutos y bajar, mi estómago se suelta y un par de ampollas (casi heridas) en los pies comienzan a doler, no las había notado hasta ahora. De bajada platico con un guía acerca de estar en la montaña porque nos sentimos como en ningún otro lugar, por que saca lo mejor y lo peor de nosotros, porque nos hace notar que no estamos solos y que hay otros que piensan y viven de manera similar. Llegando a Cólera las ampollas, el cansancio, las horas que implicaría y los kilos a cargar, me hacen desistir de bajar ese día.


Día 11 (26/12/15) – 35 kilos y a descender con los pies hechos trizas pero una sonrisa incontrolable. Cinco horas hasta Plaza de Mulas (4260msnm)  donde comparto una cena de festejo con Adrián, Martín, Camilo y una hermosa pareja de Alemanes; cuando compartes algo como esto no hay manera de no sentirte cerca aunque sea con personas que apenas conoces.


Día 12 (27/12/15) No quiero irme y ya quiero irme, salgo a las 11:30am y no paro hasta las 8:30pm, las ampollas son muy dolorosas pero no paro de sonreír, cantar y hablar conmigo misma. Debo estar atenta ante el cansancio y la posibilidad de aludes. Por fin en Penitentes tomo un baño, ceno delicioso, duermo en un colchón y me comunico con mi mamá para decirle, un día antes de su cumpleaños, que lo logré y estoy bien.


El después – Ahora creo que cuando se tiene un sueño y se avanza hacía el con amor, la vida es generosa. Escribí “sola” con comillas por que jamás lo estuve, nadie cargo mi mochila ni me derritió nieve ni camino por mi… pero hay una lista enorme de personas que me acompañaron, que entrenaron conmigo, que me orientaron, que me hicieron regalos para ayudarme con lo que faltaba, que no me dejaban pagar mi comida para que pudiera ahorrar... Creo que ahora sé un poco más de la diferencia entre ser solitario y estar sólo, ser solitario es disfrutar la vida con uno mismo; estar sólo es una creencia absurda que no nos permite notar todo los que nos acompaña.

Gracias: Alicia, Javier, Erik, Antonio, Elisa, Elisa, Magy, Adriana, Roco, Elliot, Pris, Chava, Bea, Oscar, todos los Climb and Run, Cuas, Pollo, Víctor Martínez, Lulu, Monse, Mariela, Joel, Lalo, Marijó y Oscar, Sebas (El mejor asador), Mat, Margie, Joshua, 牛山貴揮, Luke, todos los mencionados en el relato y tantos más que no acabaría. Gracias eternas Pyper y Ryan por compartir la cumbre conmigo. Gracias eternas Leandro Ignacio por acompañarme, alentarme y aguantarme siempre, con lejanía kilométrica pero con la cercanía de querernos mucho.

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